Se ha estrenado recientemente este documental que ya por algunas escenas que vi en un tráiler me ponían los pelos de punta, sobre todo por pensar que son escenas reales que han ocurrido ante la ignorancia más bien extendida de las mismas.
Gabriela Cowperthwaite nos trae este bello e impactante documental sobre el uso de orcas en parques acuáticos, para poner de relevancia la situación nada idónea de dichos animales para el disfrute del público y el lucro de los dueños de estos parques.
Como se explica en la película, hay mucha superstición con las historias de la ballena asesina, como se recogieron en "Orca" (1977), con Richard Harris. Claro, ves a un animal tan enorme, no tanto como las grandes ballenas, pero con una movilidad tremenda y mucha inteligencia y da impresión. Estos animales son muy sociables, según describe "Blackfish" y les agrada la compañía del hombre, tal vez por curiosidad, pero desde luego no les agrada vivir confinados en su compañía. Para esto, es importante entender el volumen de estas ballenas y la cantidad de kilómetros que pueden hacer y los espacios en los que son emplazados en los parques acuáticos. Pero aún más importante es descubrir, como muestra muy bien el film, la esencial característica de sentimiento de pertenencia a un grupo social, o familia, con lazos emocionales fuertes que el ser humano tal vez ni siquiera experimente (según investigaciones científicas sobre su cerebro). Eso hace al animal un ser bello e impredecible.
Desde el inicio se nos habla de Tilikum, una orca que fue capturada con dos años, igual que algunos hermanos suyos. Y esa captura ya pudo haberle marcado desde pequeño. Aparte, se obligaba a colaborar utilizando técnicas como dejarlo sin comer o en compañía de otras orcas que se volvían agresivas con Tilikum. A sus diez años de edad, 1991, en Sealand, el parque acuático en el que estuvo al principio, se produjo una tragedia y una trabajadora del mismo cayó al agua y fue zarandeada y sumergida hasta la muerte por Tilikum y varias orcas más (aunque no está demasiado claro la participación de cada orca).
Sealand cerró. Y en vez de evitar el peligro, Seaworld en Florida se quedó con Tilikum y lo mantuvo durante años (y hasta la actualidad). Años después, una experimentada entrenadora sin previo aviso fue agarrada por la orca y desmembrada hasta que murió.
Como decía, es impactante pensar en la escena, que fue durante un espectáculo, pero sobre todo pensar el poco criterio y sangre fría que tuvieron los dirigentes del parque para no tomar medidas que eliminasen por completo el riesgo existente con esta orca. Y dicho sea de paso, tal vez con todas las demás. Algunos animales se domestican fácilmente, como los caballos por ejemplo. Pero estamos hablando de un animal mucho más inteligente, emotivamente unido a sus familiares, y extraordinariamente poderoso. En general, unos seres apacibles y juguetones, pero ante tener un mal día y un cruce de cables (y en el documental se dan algunos ejemplos más con soporte visual), se puede producir una tragedia.
A mí particularmente me ha hecho pensar, porque desde el punto de vista del espectador ni siquiera te planteas a veces cómo ha llegado esa ballena a un parque acuático o en qué condiciones vivirá o si es moralmente aceptable o no tenerlas en cautiverio. Esta discusión se podría extender a todos los animales, pero cuando tenemos uno cuya inteligencia, grado de percepción y, si queréis, complejidad psicológica, son mucho más cercanos al ser humano.... entonces lo ves de otro modo. Y todo ello, cubierto por un velo por parte de los organizadores de este tipo de negocio para que la opinión pública siga pensando en ello como un divertimento simplista e inocuo. Bueno, pues inocuo no ha sido hasta ahora.
Según un investigador de las ballenas, las orcas en libertad nunca han atacado a ningún ser humano (que se sepa). El mensaje final del documental es optimista y humilde desde el punto de vista de unos seres, los humanos, que somos bastante incapaces comparados con muchas de las maravillas de la naturaleza.
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